Susurros cotidianos (1)
Su sonrisa marcaba su rostro como la luna en la noche. Sus cabellos blancos sintonizaban con su abrigo del mismo color. Sus labios se movían al ritmo de la canción de ese momento. Vaso lleno de cerveza en la mesa; su forma de beber era tranquila, sin prisa, como aquel que sabe que la prisa es solo para aquellos que creen no tener tiempo. Los ecos de la samba delineaban el ambiente de aquel bar. Su camisa negra combinaba con sus anteojos. Sin necesidad de teléfono, el ambiente le llenó de gozo.
Al otro lado, un niño de unos 8 años, chaleco negro que combina con sus audífonos negros que lo conectan a un teléfono que moviliza con sus dedos. Una sonrisa poblaba su rostro; sus ojos estaban fijos en el rectángulo. Personas le rodeaban; los meseros caminaban a paso acelerado a su alrededor. Cervezas, risas, sonidos y movimiento. Quizás la samba que se escucha no le significaba mucho; o quizás el ambiente tampoco.
Completando el triángulo, un hombre de abrigo negro, sentado junto a una mujer, también de abrigo negro, se estremecía con el ritmo y se sumergía en besos rítmicos. La aceleración del hombre hacía pensar que su amor iba a salir volando.
A pesar de todo, ahí estábamos: viviendo, escuchando, experimentando un universo que se reúne en un espacio-tiempo. Mientras la escena se desarrollaba, en el ambiente se escuchaba:
“Ensaiei meu samba o ano inteiro
Comprei surdo e tamborim
Gastei tudo em fantasia
Era só o que eu queria
E ela jurou desfilar pra mim
Minha escola estava tão bonita
Era tudo o que eu queria ver
Em retalhos de cetim eu dormi o ano inteiro
E ela jurou desfilar pra mim
Mas chegou o carnaval
E ela não desfilou
Eu chorei (…)